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El cuerpo como sontén.

  • psicologagreciamor
  • 5 jun
  • 3 Min. de lectura

Recuerdo cuando en alguna clase de psicoanálisis en la universidad abordamos el tema de la piel, te mentiría si te dijera que sé exactamente el tema sólo recuerdo la reflexión que me llevé aquel día que hasta hoy la recuerdo y te la quiero compartir.

Ese día salí con una sensación y percepción diferente de mi cuerpo y de lo que éste implicaba más allá de lo biológico, reconocí que el cuerpo tiene funciones más profundas, eso humano que no podemos ver y localizar pero que tenemos la certeza de que está dentro de nosotros y de que existe.



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La piel como el órgano más grande del cuerpo, como aquella que nos contiene, que nos separa del mundo exterior y que nos marca un límite con el otro, que nos hace ser únicos y visibles para aquellos que tenemos enfrente, la que nos permite sentir el amor a través de las caricias y también el dolor a través de los actos violentos. La piel que forra nuestro cuerpo.


El cuerpo está vivo más allá de lo tangible que existe en él. Por lo tanto, quedé convencida de que el cuerpo también tenía funciones profundas y que era cuestión de escuchar y observar con mucha atención su lenguaje para poder descifrar las respuestas que tenía para cada uno de nosotros.


En otras ocasiones te he compartido la frase “el cuerpo habla lo que la boca calla”, y seguro la has escuchado y leído en algún lugar, y es que hay mucha verdad en la frase,   y a estas alturas me atrevería a decir que el silencio de la boca también es un grito desesperado del cuerpo para avisar de que algo ocurre, ese silencio también debería de ser escuchado.



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“El cuerpo no necesita de nosotros, de nuestra consciencia, para exponer que algo no está funcionando de maneras adecuadas, para dar avisos potentes de que se necesita algo más que sólo “relajarse” y “echarle ganas.”

Entiendo perfecto que estemos acostumbrados y adoctrinados para apagar esos avisos. No es mi intención decir que somos malas personas por acallar esas señales, me parece que en nuestro contexto, puede ser un privilegio enfermarse y, más lujo aún, adquirir un tratamiento.


La idea no es fomentar la desesperanza y decir que no hay nada por hacer, porque no creo que sea la única forma de hacer frente a estas situaciones, creo que en nuestra realidad, todos buscamos formas de sobrellevar el estrés, la ansiedad, el pánico y la angustia del día a día, me parece que un gran paso es tener compasión, no lástima, de lo que cada uno atraviesa.


Si has podido desarrollar esa escucha de tu cuerpo, tanto en las buenas como en las malas, te felicito, eso habla de que has puesto empeño de conectarte con ese lenguaje de las sensaciones que es único y singular; si aún estás batallando y automáticamente apagas esas señales, no te culpo ni te culpes, seguramente has vivido así por mucho tiempo y ha sido una forma de salir adelante ante las dificultades, tal vez comenzar a escuchar y atender ese malestar corporal que tienes con las herramientas y conocimiento que posees en este momento puede ser un gran paso.


Recuerda que somos parte de una sociedad y aprendemos a relacionarnos con nosotros mismos y nuestros malestares a partir de la observación de los otros, pero afortunadamente también podemos construir otras maneras de vincularnos con nuestro mundo interno.



Deseo que mi reflexión sea también la tuya, y nos leemos pronto.




Con cariño, Grecia.



 
 
 

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