Dejar ser al otro
- psicologagreciamor
- 5 oct 2022
- 3 Min. de lectura
¿Has escuchado la frase “vive y deja vivir”? Suena muy fácil y obvio, porque nadie podría vivir por el otro, ¿cierto?. Bueno, la realidad es otra, son muchas realidades porque así de compleja y subjetiva es la vida del ser humano. De pronto nos sentimos todopoderosxs queriendo vivir la vida del otro a través de dar órdenes, exigir que se sigan las reglas que ponemos o asumir que nuestras maneras son las únicas y las mejores. Se encuentra placer y sufrimiento en lo anterior, porque la sensación de estar en “control” de la otra persona y de la situación genera cierto grado de satisfacción, de bienestar y de seguridad, pero por otro lado, cuando las cosas no salen como esperamos y/o cuando el otro reclama su derecho de existencia y se sale de lo que para nosotros es correcto, hay sufrimiento, malestar y sensaciones insoportables.

Lo más cercano e ilustrativo que puedo compartir de esta reflexión, es la escena tan común que observamos en las maternidades y paternidades cuando intentan enseñar algo a sus pequeños y pequeñas, vemos que los adultos hacen todo un esfuerzo para no meter las manos y dejar que los niños y niñas sean los protagonistas de la actividad a realizar. Cuesta trabajo, los más valientes se aprietan las manos, respiran profundo, se repiten en su cabeza que son sólo niños, que están aprendiendo y que no pasará más allá de la ropa sucia o de volverlo a hacer, ¿te ha pasado?
Ahora traslada esta situación al mundo centrado en el adulto, la clave es la paciencia y tener en cuenta que el otro es otro y punto. Estamos tan acostumbrados a un mundo centrado en los adultos, y específicamente en nuestro mundo, en cómo hacemos las cosas, cómo las pensamos, cómo las solucionamos que se nos olvida que el otro es otro y carga consigo toda una historia de formas y trucos que le permiten dar solución a la vida de formas diferentes.
Tratando de ahorrarnos nuestro propio malestar, pecamos de entrometidos e invadimos las áreas de vital aprendizaje para ese ser humano que está intentando construir su conocimiento y experiencia de la vida. Nos contamos la historia de que tenemos que hacerlo nosotros mismos para que quede “perfecto”, para que las cosas salgan bien, pero en realidad es para que salgan como nosotros queremos y esa no necesariamente es la única forma de hacer las cosas; nos repetimos la historia de que necesitamos ahorrar tiempo y que somos nosotros lo únicos en lograrlo y así le arrebatamos la oportunidad al otro para de construir su mundo interno.

Toma tiempo y esfuerzo quitarnos del medio, ser pacientes y reconocer al otro, es duro comenzar a renunciar al “control” para que el otro pueda existir y tomar un lugar en esta realidad compartida en la que vivimos; abogamos mucho por la independencia y autonomía del otro pero somos nosotros mismos quien cortamos e impedimos las acciones necesarias para lograrlo poniendo por delante nuestra necesidad de ahorrarnos el malestar.
Espero que esta reflexión te ayude a retomar paciencia, comprensión y compasión por el desarrollo emocional de alguien más, y del tuyo, al permitirle ser libre de estar vigilado la vida de alguien más bajo el absurdo argumento de que si él/ella está/hace las cosas bien, entonces yo estaré bien, una mentira que nos encadena a todo lo externo y nos alejan de nosotros mismos.
Con cariño,
Grecia.
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