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Aborto emocional

El aborto es un tema controversial y todos los sabemos, por lo menos en la ciudad en la que vivo, en mi país, es tema en el que todavía no nos podemos poner de acuerdo, como en todo tema que involucre la sexualidad y apropiarnos de la misma, es una conversación que todavía no se puede poner sobre la mesa y ser abordada con tranquilidad y acciones que respeten y movilicen la vida humana, tanto la física y la emocional. En mi opinión, el aborto se sigue tratando desde una óptica moral del “deber ser” y no nos animamos a desmenuzarlo y tener en cuenta otras variables más allá del “bien o el e mal”.



Pese a todo eso, hoy me atrevo a poner en la conversación la posibilidad de ese aborto emocional que hacemos todas y todos ante las responsabilidades y obligaciones que tenemos  cuando nos convertimos en madres y padres de esos hijos, sí nacidos vivos biológicamente, pero a la vez muertos emocionalmente, ¿fuerte, no?


¿Hasta cuándo se puede abortar a lo no deseado, lo no soportado y lo que no se puede asumir? Biológica y médicamente no es mi discusión, lo que vengo a proponer es la reflexión sobre el aborto emocional que no tienen límite de tiempo, se hace desde el día de la concepción de ese nuevo embrión o ya pasados los años de edad de ese niñx que corre y grita por ahí. 

A lo largo de mi práctica clínica, he podido irle poniendo más palabras y títulos además de: padre/madre ausente, y he encontrado este término que implica un poco más allá de la ausencia. El aborto emocional lo pienso como el repudio y las acciones hacias eso que no se puede tolerar cuando ese ser humano ya anda por ahí pegando gritos y construyendo su mundo interno. Lo imagino como ese dar muerte en vida a través de, no solamente la ausencia, sino también la negligencia con malos tratos, malas palabras, y aniquilando su mundo emocional sin freno.


Probablemente suene muy extremo lo que estoy compartiendo, pero son las palabras que puedo utilizar para anclar todo el dolor y sufrimiento de aquellos niños y niñas mal heridos que de adultos llegan a psicoterapia buscando un espacio seguro en donde puedan reconstruirse y darle un poco de sentido a todo lo vivido y recibido de sus padres y madres, que no pudieron darle una vida emocional digna más allá de los sacrificios materiales que pudieron hacer.



Ser madre y ser padre no es cosa fácil, al contrario, es una vocación profesional, una labor…sinceramente aun no encuentro las palabras para definir la complejidad de la tarea, que necesita de todo nuestro ser y de toda nuestra existencia, TODA, para dar paso a una vida completamente nueva. Tan complejo es, que las respuestas de quienes no desean tener hijos pueden estar mejor construidas de razones lógicas, bien informadas y sostenidas sobre porqué no serán madres y padres, sin embargo, cuando pregunto a los que sí lo desean, la respuesta es muy ambigua, en ocasiones no razonada como los primeros y simplemente basada en el amor. La respuesta aún no me queda clara ¿instinto, deseo, naturaleza, cultura, sociedad? No lo sé. 


Ser padre y madre es necesitar sostener una angustia constante y además hacer algo con ella, algo transformador, algo nuevo y creativo; reconozco que no siempre es así, y algunos y algunas eligen abortar, desechar la angustia y a los hijos también, una maniobra arriesgada y de muchas consecuencias bien conocidas por nuestra sociedad. 


La maternidad y paternidad será deseada o no será, porque desde el deseo se puede asumir la angustia, el amor, el odio y el compromiso para ser creativos en la crianza. Sin deseo hay muerte, la cual no es mala y es parte de la vida, el tema es el momento en la que se le elige. 

Deseo de todo corazón que mis palabras abran una reflexión profunda y que se tomen con cautela y con propósitos de introspección y no como un mandato o ley absoluta. 





Con cariño, 

Grecia. 

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